Las capitales bálticas son un destino sorprendente en todos los sentidos. Bien podrían ser escenarios sacados de un cuento de hadas, pues albergan una riqueza cultural de valor incalculable.
Las tres capitales bálticas, surgidas al calor de la Baja Edad Media y de su floreciente actividad comercial, comparten numerosas afinidades históricas, aunque cada una exhibe sus propias características. En el caso de Tallin es una de las capitales medievales mejor conservadas de Europa. Riga, considerada como la ciudad más grande y cosmopolita de todos los países bálticos. Situada sobre la ribera occidental del río Dvina, este importante centro comercial y puerto industrial. Vilnius está situada en una región de colinas y junto al río Neris
La incorporación a la Unión Europea hizo que se abrieran al mundo orgullosas de su historia, su cultura, su naturaleza y su gente. Desde ese momento el crecimiento del turismo en los países Bálticos progresó tanto que se convirtió en una de las mejores noticias para los viajeros que poco antes debían recurrir a la burocracia para obtener sus permisos de entrada.
Ahora apenas queda rastro de los tiempos grises y se considera normal la absoluta libertad y facilidad de acceder a ciudades maravillosas como Tallinn, Riga o Vilnius (las tres Patrimonio de la Humanidad), recorrer profundos bosques o el litoral bañado por el Mar Báltico, y conocer pueblos verdaderamente auténticos con los que tocar la tradicionalidad con las yemas de los dedos.